Escena 1: me levanto temprano el domingo y me siento a trabajar en la computadora. Un tipo me abre un privado en el gaydar, nos saludamos y comenzamos a charlar. Me dice que leyó mi perfil, donde dice que soy intersex, y quiere saber qué significa. Se lo digo. Me pregunta “¿cuál es tu caso?” Yo le respondo repreguntándole “¿cuál es el tuyo?”. El tipo se fastidia y me dice: “no hay necesidad de ser agresivo”.
Escena 2: para sacarme el malhumor me voy al bar de la esquina de mi casa a tomar un café y leer el diario. Por ser domingo viene acompañado por una revista, llamada “Rumbos”. En su página 10 la revista incluye una nota titulada “¿Puede una maestra travesti estar al frente de un aula?, en la que se contraponen las opiniones de una “especialista en comunicación y salud” y una “profesora consulta y doctora en psicología”. La primera se despacha diciendo que “el travesti no vive de acuerdo con lo que es, puesto que no termina de saber quién es”, y otras cosas del mismo tenor. Está, por supuesto, en contra. Sin embargo, más que su travestofobia evidente lo que me saca de quicio es la naturalidad con la que la revista expone la naturalidad de “las dos campanas”. ¿Alguien se imagina acaso la pregunta, y el día después de esa pregunta, “¿puede una maestra judía estar al frente de un aula?”
Voy a escribir a la revista y a preguntarles, pero estoy casi seguro de la respuesta. Para quienes editaron la nota, y para la inmensa mayoría de quienes la lean, contraponer las opiniones de estas dos profesionales mujeres en relación al destino áulico de las travestis no comporta agresión alguna –ni siquiera agresividad. Se trata, simplemente, de propiciar el debate público acerca de las oportunidades laborales de ciertas sujetas (privadas, de paso, hasta de la posibilidad de expresarse por sí mismas). Quizás contraponer las ventajas de tener una maestra mujer, un maestro hombre y una maestra travesti resultara, como en mi conversación con el tipo del chat, mas “agresivo”, agresivo “sin necesidad”. Después de todo, a la gente le encanta evaluar nuestras vidas en su mundo, pero se muere de espanto cuando le recordamos que compartimos el mismo.
Mauro.
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"Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad igual realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar: subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes" Antonio Machado
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