lunes, 26 de noviembre de 2007

Para no cometer los errores del pasado


Observaciones a la Charla sobre Simón Radowitzky en la Biblioteca José Ingenieros. Para no cometer los errores del pasado

Para Severino, América Scarfó y sus hermanos (verdadero grupo de afinidad), en nuestro recuerdo, siempre.

Fuimos a un acto por el “Día de la Justicia Popular”. Nos encontramos con una lectura quasi o pseudo mística de Simón como “hijo del pueblo, que no cayó del cielo, producto del pueblo, en nombre de quien se sacrifica” o como “joven que recoge el amor popular y lleva acabo una acción por y para las masas”.
La pregunta que flota es si el accionar de Simón está justificado por el pueblo, ¿hubiera sido tan levantado hoy si otra hubiera sido la historia? ¿Si el pueblo, en aquel momento, no hubiera apoyado a Simón, entonces su accionar acaso no estaría justificado?
¿Somos pres*s acaso de la voluntad de la masa/pueblo? ¿Es la masa todo el pueblo? ¿Es el pueblo la clase?¿Las voluntades y la espontaneidad revolucionarias quedan supeditadas a una lógica democrática popular de cantidad de seguidores (fieles) que apoyen la causa? ¿Somos sólo hij*s de la circunstancia histórica? ¿ El salto cualitativo no se puede pegar de manera independiente, somos sólo producción histórica, esculpidos por “la voluntad popular”?
¿La voluntad popular es la misma, acaso, que apoyó la dictadura militar, que votó a Menem dos veces, a De la Rua y a los Kirchner, o a Hitler? ¿Quién se atreve a dictar cuál es el momento propicio? ¿Quién cocina los acuerdos, que luego, esos mismos dirán “se han roto”? Acuerdos pergeñados en comités cerrados, con acuerdos previos para poder ingresar.

Postular hoy que sólo los trabajadores podrán “liberar a la humanidad”, no sólo recuerda al postulado del marxismo de los trabajadores como único “sujeto de la revolución”, sino que, pero aún, nos condenará a esperar una vida tratando de organizar a la identidad y conciencia trabajadora por gremios, en un mundo donde los gremios y las identidades se han atomizado hasta desaparecer, donde los trabajos no tiene lugar de regencia, ni lugar donde agruparse, donde quienes son trabajadores aspiran a no trabajar más, y no se reconocen en su labor, porque el trabajo no genera identidad, donde la mayoría del trabajo es independiente, precarizado, desde otros lugares, donde ya casi no quedan fábricas como las conocidas por activistas y militantes de la FORA o de la USA o de la UGT, y principalmente donde el 53 % de la población de nuestro país vive en la pobreza, con trabajos esporádicos, informales, o sin ningún oficio. Humildemente, creemos que el anarquismo tiene la urgente tarea de pensar las estructuras de dominación actuales, con sus modalidades propias, que son muy distintas a las de las primeras décadas del siglo XX. El tan citado Malatesta decía -¡en 1907!- que “el movimiento obrero es sólo para mí un medio, pero el mejor de los medios de los que disponemos.” Sin necesidad de médiums, podemos afirmar que otras serían sus palabras en el 2007.

Poniendo fuera de toda duda el carácter de incuestionable que tiene –o debería tener- para tod* quien se dice anarquista el acto de justicia de Simón al terminar con Ramón Falcón, otro interrogante también nos quedó flotando en la Biblioteca, al escuchar que con tanto énfasis se separaba su acción de la “violencia” atribuida a otras “tendencias” del movimiento anarquista. Pensamos en Severino Di Giovanni y sus jóvenes compañeros Scarfó, fusilados por la dictadura de Uriburu, expresión pura de un anarquismo que defendía el derecho libertario de expropiar para hacer la revolución y que fue combatido hasta el escándalo por la tendencia agrupada en torno a “La Protesta”. Incluso después de su muerte, se siguió escarneciendo la figura de Severino, acusado de espía comunista, agente fascista, vulgar ladrón, etc: “no creo que para el movimiento anarquista sea una pérdida”, escribió Diego Abad de Santillán a Max Nettlau en una carta de 1931. A la luz de las palabras de Santillán, parece que a Severino no lo acompañaba el amor de las masas y por eso no era lamentable su pérdida o la posterior persecución de su compañera América y de los pocos compañeros de su grupo afín que pudieron escapar del fusilamiento. ¿Acaso la acción directa de est*s anarquistas no se explica, como los actos vindicativos de Radowitsky o Wilckens, por las condiciones históricas? ¿Qué calificativo merecen sus actos entonces?

El mismo López Arango y Abad de Santillán sostuvieron que “nosotros hemos hecho escuela del divisionismo”. Curiosas palabras en boca de quienes pretendieron encarnar el dogma del anarquismo local.

Que quede claro que no nos anima el deseo de entablar polémicas inútiles con quienes nos consideramos compañer*s de lucha – al menos nosotr*s nos consideramos así. No tenemos las respuestas a todos los interrogantes, sino más bien dudas. Estas breves líneas que escribimos no son más que un intento de pensarnos libertari*s hoy, para no caer en los trágicos errores del pasado.

El anarquismo que busca persuadir a la juventud le debe más a gente como Severino que a much*s de sus teóricos de salón.

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1 comentario:

azhelem dijo...

Cope blog, lástima que pareciese que no pasa nadie por acá. Será adjuntado a mis links.

(aborresco poner la verificación)