sábado, 15 de noviembre de 2008

Látigo en mano, Emma Goldman feminista y crítica del feminismo




Por Proyectil Fetal
http://www.proyectilfetal.blogspot.com/
http://uk.mc655.mail.yahoo.com/mc/compose?to=proyectilfetal@gmail.com
http://argentina.indymedia.org/news/2008/11/638244.php

La pequeñez separa, el aliento une, seamos amplias y grandes.
Emma Goldman



La vieja y querida Emma Goldman, a lo largo de su extensa y prolífica carrera dentro del movimiento anarquista del siglo XX, ha producido gran cantidad de textos políticos a los cuales lxs activistas vuelven con mucha menor asiduidad con la que visitan a otros pensadores ácratas. Usualmente estos textos de Goldman son criticados por el feminismo de izquierda por ser justamente lo que son: texto de arenga anarquista en la barricada misma. Proyectil Fetal toma el pensamiento de Emma Goldman, no acriticamente cual gospel libertario, sino para hacerlo vivir en su discusión hoy, y para rescatar la capacidad especial de Emma de meter el dedo allí en la llaga misma del feminismo mainstream de su época y, al mismo tiempo, de oponerse a las prácticas de sus propios compañeros de militancia del movimiento anarquista látigo en mano.
En los textos de Goldman siempre se encuentra una preocupación por la pasión, la alegría y el compartir los cuerpos eróticamente, conceptos claves de la realización de las personas sin los cuales la lucha y la revolución social no pueden realizarse. Aun hoy estas nociones- que en si misma y para su época son de una innovación y radicalidad sin precedentes- superan ampliamente las conceptualizaciones habituales sobre el amor libre anarquista que no llegan a traspasar el límite de formar pareja pero sin contrato legal.
Ahora bien, las nociones más brillantes del pensamiento y acción de Goldman se ven opacadas en una maraña de ideas a veces un poco baladí sobre el rol de la mujer. Es menester encontrar incluso en esos párrafos saturados de romanticismo las figuras de pensamiento que anticiparon conceptos que el feminismo de la segunda ola hizo propios (como la doble jornada, que explicaremos más adelante) o su crítica profunda y audaz al primer feminismo (sufragista) que devendrá feminismo de la igualdad, para devolverle a Goldman su interés por el pensamiento de emancipación de las mujeres. Incluso más, muchas veces Emma Goldman es incorrectamente interpretada por el propio movimiento anarquista[1] cuando toma su crítica cabal al feminismo más popular de su época, anteriormente mencionado, como una crítica a todo el movimiento de emancipación de la mujer al cual tildan de burgués.
Una de las afirmaciones más lúcidas que se puede leer en los textos de Goldman es justamente que no hay un solo feminismo, sino muchos, y no todos tienen el valor y el coraje para cambiar profundamente las estructuras de poder y dominación que habitan en los corazones, incluso de las mujeres. Por ejemplo, en el texto titulado La tragedia de la emancipación de la mujer de 1911 -cf. http://argentina.indymedia.org/news/2008/11/637529.php- ella afirma y visibiliza un eje fundamental del pensamiento anarco queer, a saber: que “El derecho al voto o a la igualdad de derechos civiles pueden ser buenos reclamos pero la verdadera emancipación no empieza ni en las cortes ni en las urnas. Comienza en el alma de la mujer[2].” O por ejemplo, “Ahora la mujer se enfrenta a la necesidad de emanciparse de la emancipación, si realmente quiere ser libre. ¿Qué ha logrado con su emancipación? Sufragio universal en algunas regiones. ¿Purificó eso nuestra vida política, como predijeron muchos bien intencionados defensores? Ciertamente no.” Es usual que frases como estas sean entendidas en desmedro de todos los feminismos a los que se clasifica en bloque como “burgueses” o “reformistas”, y hasta peligrosos para la finalidad de la emancipación de toda la humanidad. Por el contrario, sostenemos que afirmaciones como esta y otras ([la emancipación] “Tendrá que deshacerse de la absurda noción del dualismo de los sexos o del que el varón y la mujer son mundos antagónicos.”) predicen la lucha que hoy encara cierto activismo anarcoqueer contra el dualismo de los géneros y el separatismo de los sexos.
Asimismo, otro de los grandes momentos de este texto[3] advierte sobre dos cuestiones fundamentales: una de pura cepa anarquista- la abolición de toda forma de trabajo asalariada-, y la otra, del feminismo más contemporáneo- la doble jornada laboral, que puede ser entendida como las tareas domésticas (obviamente no remuneradas e invisibilizadas) que las mujeres realizamos en nuestros hogares tras retornar a la “paz” después de un largo y agotador día de trabajo a la par del varón, tareas que, como si fuera poco, se suponen como naturales y propias de las mujeres, y que solo son superadas, en el caso de las que pueden pagarlo, mediante la explotación de otra mujer (empleada doméstica, también conocida como mucama, sirvienta, o simplemente como “la chica”) que “ayuda” en el hogar para que la mujer emancipada económicamente pueda realizarse en su vida profesional, y cuya culpa algunas “feministas” de hoy lavan sacando breves columnas editoriales que critican la ley de trabajo doméstico para estas empleadas en el territorio argentino. La bella indignación anarquista de Emma Goldman no solamente plantea la doble jornada laboral como consecuencia inevitable -en el actual ordenamiento económico- político y en otros que conservan el Estado como forma de transición- de la emancipación sufragista de la mujer sino también desenmascara el doble discurso y la hipocresía de buena parte de los feminismos que derivan de sus hermanas sufragistas, que basan su realización en la explotación de otra mujer, como dijimos antes[4].
El feminismo de Goldman, lo haya o no llamado así para diferenciarse de aquellas a las cuales estaba criticando, inaugura un espacio que hoy lamentablemente no es a menudo ocupado por mujeres que se autodenominen anarquistas, sino por otras que revisan a fondo los presupuesto básicos (y cómodos, a esta altura que la cuestión de la mujer forma parte de las políticas y las agendas de Estado) del feminismo políticamente correcto y/o institucionalizado, que redunda en pacata reducción de toda violencia de género a un mal intrínseco e inmanente a todo otro sexo que no sea aquel biopoliticamente denominado “mujer” en la sala de la corporación médico-jurídica, en especial, los varones y en una fuerte represión sexual que no ha hecho nada por el libre ejercicio de la sexualidad de las mujeres y el uso creativo de sus placeres [5].
¿Qué pasó en el seno mismo del anarquismo más difundido cuando seguimos repitiendo conceptos como que la abolición de todas las inequidades de género será obtenida únicamente tras la revolución social y que hoy por hoy la lucha por la emancipación radical y total de las mujeres y de toda expresión de género subalterna no tiene sentido puesto que “somos todxs iguales para la anarquía”? Esta unidad se torna falsa y peligrosamente cercana a la cuestión principal y secundaria que afirma el marxismo, porque no se unen las individualidades realmente en el aliento por el cual abogaba Goldman sino que muestra la negativa de muchos a deshacerse de sus privilegios de género/sexo para lograr devenir realmente libres e iguales.
Cerremos simplemente con otras destacadas palabras de Goldman que también son aplicables a nuestro anarquismo local no para considerarlo torpemente misógino como hace el feminismo de la izquierda partidaria para captar adeptas a su secta y el progresista para justificar su reformismo, sino para hacerlo crecer y dar el famoso paso adelante que se propone en esta misma frase: “Ciertamente, el movimiento por los derechos de la mujer ha roto muchas cadenas pero también ha forjado nuevas… Necesitamos deshacernos de nuestras viejas tradiciones y hábitos. El movimiento de la mujer, solo ha dado el primer paso. Esperemos que junte coraje para dar el próximo…La mujer debe aprender esa lección, y ser conciente de que su libertad llegará tan lejos como llegue su capacidad para lograrla. De allí que es más importante que ella comience con su regeneración interior para liberarse del peso de los prejuicios, las tradiciones y las costumbres.”
Si, Emma, esperamos, y hacemos el mismo tiempo.

[1] También es usual ver esta interpretació n, en nuestra opinión, incorrecta en los trabajos que la academia produce en torno a la temática anarquista de género que soslaya que el anarquismo, afortunadamente, carece de doctrina o libro canónico unificado y, por ende, no es anti feminista o contra feminista per se, como algunas teóricas quieren, convenientemente para si mismas, hacer ver, tan solo basándose en alguna opinión poco feliz de alguno de los muchísimos pensadores anarquistas que reflexionaron en torno a “la cuestión de la mujer” expresaron.
[2] Esta crítica a los derechos civiles bien puede ser aplicada a las luchas actuales de la mayoría activistas GLTB a nivel internacional y local que buscan el derecho a poder ser una familia pequeño-burguesa normal con todas las de la ley.
[3] “Y todas aquellas que alcancen la deseada igualdad generalmente lo hacen a expensas de su bienestar físico y psíquico. Y para la gran masa de mujeres trabajadoras, ¿cuánta independencia se gana si la estrechez y falta de libertad del hogar es reemplazada por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, las tiendas o la oficina? Mas aún después de un duro día de trabajo, está la carga de ocuparse de un “hogar dulce hogar”- frío, atemorizador, desordenado, poco acogedor. ¡Gloriosa independencia! No es sorprendente los cientos de jóvenes dispuestas a aceptar la primera oferta de matrimonio hartas y cansadas de su “independencia” detrás de un mostrador, una máquina de coser o de escribir.”
[4] “Cada movimiento que tiene por objetivo la destrucción de las instituciones existentes y su reemplazo con algo más avanzado, más perfecto, tiene sus seguidorxs que en teoría sostienen las ideas más radicales, pero quienes, sin embargo, en sus prácticas diarias, son como el filisteo promedio fingiendo respetabilidad y pidiendo a gritos que sus enemigos lxs consideren con respeto. Hay socialistas y anarquistas incluso que abogan a favor de la idea de que la propiedad privada es robo, y sin embargo se indignarían si alguien les debe el valor de una docena alfileres.”

[5] “El gran movimiento de verdadera emancipación no se ha encontrado con una gran raza de mujeres que puedan mirar la libertad a la cara. Su visión estrecha y puritana ha desterrado de su vida emocional al varón como personaje molesto y dudoso.”

martes, 11 de noviembre de 2008

La tragedia de la emancipación de la mujer de Emma Goldman


















Proyectil Fetal y Flowerpower

traduccion : Proyectil Fetal y Flowerpower
















Comienzo con una concesión: independientemente de todas las teorías políticas y económicas, que tratan las diferencias fundamentales entre varios grupos dentro de la raza humana, independientemente de la distinción de clase y raza, independientemente de los límites artificiales entre los derechos de la mujer y del varón, sostengo que existe un punto donde estas diferenciaciones pueden converger e integrarse en un todo. Con esto no pretendo proponer un tratado de paz. El antagonismo social general, que ha tomado toda nuestra vida pública, causada por la fuerza de intereses contradictorios y opuestos, se desmoronará cuando la reorganización de nuestra vida social, basada en principios de justicia económica, sean una realidad.

La paz y la armonía entre sexos e individuos no depende necesariamente de una equiparación superficial de los seres humanos, ni tampoco demanda la eliminación de rasgos y peculiaridades individuales. El problema es, en comunión con lxs demás, conectarse profundamente con todxs lxs humanxs y aún así mantener las propias características individuales. Esta me parece que es la base sobre la que masa e individux, el varón y la mujer pueden converger sin antagonismo ni oposición. El lema no debería ser “Perdónense” sino más bien “Entiéndanse”. La famosa frase de Madame de Stael
[1]: “Entender todo significa perdonar todo” nunca me ha gustado, tiene olor a confesión, perdonar al prójimo transmite la idea de superioridad farisaica. Es suficiente con entender al otrx. Esta concesión representa parcialmente el aspecto fundamental de mis ideas sobre la emancipación de la mujer y sus efectos sobre el sexo en su totalidad.
La emancipación debería hacer posible que la mujer sea humana en el sentido más verdadero del término. Todo lo que dentro de ella anhele afirmación e iniciativa o agentividad debería alcanzar su máxima expresión, todas las barreras artificiales deberían romperse, y el camino hacia una mayor libertad despejado de toda huella de siglos de sometimiento y esclavitud. Este fue el objetivo original del movimiento para la emancipación de la mujer. Sin embargo, los resultados hasta ahora obtenidos han aislado a la mujer y la han despojado de la fuente de su felicidad esencial. La emancipación puramente externa convirtió a la mujer moderna en un ser artificial, que nos recuerda a uno de los productos de la arboricultura francesa con sus árboles de arabescos y arbustos, pirámides, ruedas, coronas, cualquier cosa excepto las formas que alcanzaría a través de la expresión de sus propias cualidades internas. Hay muchas de estas plantas de sexo femenino artificialmente engendradas especialmente en la así llamada esfera intelectual de nuestra vida.
¡Libertad e igualdad para la mujer! Cuales fueron las esperanzas y aspiraciones que estas palabras despertaron cuando fueron pronunciadas por primera vez por algunas de las almas más nobles y valientes de aquellos días. El sol con toda su gloria iba a elevarse sobre un mundo nuevo, en este mundo la mujer iba a ser libre para dirigir su propio destino- uno objetivo ciertamente digno de gran entusiasmo, coraje, perseverancia, e incesante esfuerzo, albergado por los primeros varones y mujeres, que apostaron todo contra un mundo de prejuicio e ignorancia.
Mis esperanzas también se dirigen hacia ese objetivo, pero sostengo que la emancipación de la mujer, tal como se la interpreta y aplica hoy, ha fracasado. Ahora la mujer se enfrenta a la necesidad de emanciparse de la emancipación, si realmente quiere ser libre. Esto puede sonar paradójico pero es la pura verdad.
¿Qué ha logrado con su emancipación? Sufragio universal en algunas regiones. ¿Purificó eso nuestra vida política, como predijeron muchos bien intencionados defensores? Ciertamente no. A propósito, es tiempo de que aquellas personas con sólido razonamiento cesaran de hablar acerca de la corrupción en la política con aires de pedantería. La corrupción política nada tiene que ver con la moral o la laxitud de la moral de las personalidades políticas. Su causa es material. La política es el reflejo del mundo comercial e industrial cuyos lemas son “Tomar es mejor que dar”, “Compra barato y vende caro”, “Una mano manchada lava la otra”. No hay esperanzas de que la mujer con el derecho a voto purifique la política.
La emancipación trajo la equidad económica entre el varón y la mujer, es decir, ella puede elegir su propia profesión, un oficio, pero como su entrenamiento físico ni pasado ni presente la dotó de la fuerza necesaria para competir con el hombre, ella se ve obligada a extinguir sus fuerzas, consumir su vitalidad, y tensión a cada nervio para alcanzar el valor del mercado. Pocas lo logran, porque es un hecho de que las maestras, las médicas, las abogadas, las arquitectas, y las ingenieras- teniendo la misma confianza que sus colegas varones- no reciban la misma remuneración. Y todas aquellas que alcancen la deseada igualdad generalmente lo hacen a expensas de su bienestar físico y psíquico. Y para la gran masa de mujeres trabajadoras, ¿cuánta independencia se gana si la estrechez y falta de libertad del hogar es reemplazada por la estrechez y falta de libertad de la fábrica, las tiendas o la oficina? Mas aún después de un duro día de trabajo, está la carga de ocuparse de un “hogar dulce hogar”- frío, atemorizador, desordenado, poco acogedor. ¡Gloriosa independencia! No es sorprendente los cientos de jóvenes dispuestas a aceptar la primera oferta de matrimonio hartas y cansadas de su “independencia” detrás de un mostrador, una máquina de coser o de escribir. Están tan dispuestas a casarse como chicas de clase media que anhelan quitarse el yugo de la supremacía parental. La así llamada independencia que lleva a tan sólo alcanzar la mera subsistencia no gusta tanto, ni es tan ideal, como para que una mujer sacrifique todo. Nuestra tan preciada independencia es, después de todo, un proceso lento de embotamiento y endurecimiento de la naturaleza de la mujer, de su instinto de amor y de su instinto maternal. Sin embargo, la posición de la joven trabajadora es más natural y humana que aquella de su aparentemente más afortunada hermana profesional-maestras, físicas, abogadas, ingenieras- , que tiene que tener una apariencia digna y apropiada mientras la vida interna crece vacía y muere. La estrechez de la concepción existente de la independencia y emancipación de la mujer, el miedo a amar a un hombre que no es de su clase social, el miedo a que el amor le sustraiga la libertad y la independencia, el horror de que el amor o la dicha de la maternidad sólo la limite en el completo ejercicio de su profesión: todo esto junto hace de la mujer moderna emancipada sea una virgen vestal, ante la cual la vida, con sus grandes penas clarificadoras y sus profundas extasiantes felicidades, se desarrolla sin tocarle o arrebatarle el alma. La emancipación tal como la entiende la mayoría de sus exponentes y defensoras es demasiado estrecha como para permitir el amor sin barrera y el éxtasis contenido en la profunda emoción de la mujer verdadera adorable, madre en libertad.
La tragedia de la mujer económicamente independiente y emancipada yace en no demasiadas sino más bien pocas experiencias. Es cierto, ella supera a sus hermanas de las pasadas generaciones en el conocimiento del mundo y de la naturaleza humana, ella siente una profunda falta de esencia que por si sola podría enriquecer el alma humana, y sin la cual la mayoría de las mujeres se transforman en meras autómatas profesionales. Que tales acontecimientos habrían de acontecer fue previsto por aquellos que se dieron cuenta que, en el dominio de la ética, todavía quedaban muchas ruinas en desintegración de los tiempos de la superioridad indiscutida del varón, ruinas que todavía hoy se consideran útiles. Y lo que es más importante, un gran número de mujeres emancipadas no son capaces de relacionarse con ellas. Cada movimiento que tiene por objetivo la destrucción de las instituciones existentes y su reemplazo con algo más avanzado, más perfecto, tiene sus seguidorxs que en teoría sostienen las ideas más radicales, pero quienes, sin embargo, en sus prácticas diarias, son como el filisteo promedio fingiendo respetabilidad y pidiendo a gritos que sus enemigos lxs consideren con respeto. Hay socialistas y anarquistas incluso que abogan a favor de la idea de que la propiedad privada es robo, y sin embargo se indignarían si alguien les debe el valor de una docena alfileres.
Estxs filistexs también se encuentran en el movimiento de mujeres. Los periodistas amarillistas y los intelectualoides han plasmado imágenes de la mujer emancipada que le pondrían los pelos de punta a cualquier buen ciudadano y a su aburrida pareja. Cada miembro del movimiento de derechos de la mujer fue retratada como George Sand
* en su absoluto desacato a la moralidad. Nada era sagrado para ella. No tenía respeto por el ideal de relación entre el varón y la mujer. En resumen, la emancipación era vista como una vida temeraria de lujuria y pecado, independientemente de la sociedad, la religión y la moral. Las exponentes del movimiento de derechos de mujeres estaban indignadas por tal representación y sin humor, utilizaron todas sus energías en probar que ellas no eran así sino todo lo contrario. Por supuesto, mientras una mujer fuera la esclava del varón, no podría ser casta y pura, pero ahora que era independiente y libre probaría cuán buena podría ser y que su influencia tendría un efecto purificador sobre todas las instituciones sociales. Ciertamente, el movimiento por los derechos de la mujer ha roto muchas cadenas pero también ha forjado nuevas. El gran movimiento de verdadera emancipación no se ha encontrado con una gran raza de mujer que puede mirar a la libertad a la cara. Su visión estrecha y puritana ha desterrado de su vida emocional al varón como personaje molesto y dudoso. No se iba a tolerar al hombre bajo ningún punto, excepto al padre de su hijx, ya que unx niñx no podría desarrollar su vida correctamente sin un padre. Afortunadamente, las más rígidas puritanas no serán nunca suficientemente fuertes como para matar el deseo innato de maternidad. Pero la libertad la mujer está íntimamente relacionada con la del varón, y muchas de las así llamadas hermanas emancipadas tienden a pasar por alto el hecho de que unx niñx nacidx en libertad necesita el amor y la devoción de cada ser humano que le rodea, varón o mujer. Desafortunadamente, es esta concepción limitada de las relaciones humanas que ha causado la tragedia en las vidas del varón y mujer modernxs.
Hace 15 años apareció un trabajo de la brillante noruega, Laura Marholm
[2], titulado Mujer, un estudio de personalidad. Ella fue una de las primeras en llamar la atención acerca del vacío y la estrechez de la concepción existente de la emancipación de la mujer, y su efecto trágico en la vida interior de la mujer. En su trabajo Marlhom habla del destino de varias mujeres talentosas de fama internacional: el genio de Eleonora Duse[3], la gran matemática y escritora Sonya Kovalevskaia[4], la artista y poeta natural, Marie Bashkirtzeff[5] que muere joven. A través de cada una de las descripciones de las vidas de estas mujeres de tan extraordinaria mentalidad corre una estela marcada de deseos insatisfechos por una vida completa y hermosa, y la inquietud y soledad que resultan de su falta. De estos bocetos psicológicos magistrales unx no puede evitar ver que cuanto más alto el desarrollo mental de la mujer, más difícil es para ella encontrar una pareja que vea en ella, no sólo sexo, sino también a la amiga, al ser humano, a la camarada y a una individualidad fuerte, que no pierda ni un solo rasgo de ella. El varón promedio con su autosuficiencia, sus ridículos aires de superioridad como patrón de la mujer, es una imposibilidad para la mujer descripta en el libro de Laura Marholm un Estudio de Personalidad. Igualmente imposible es el hombre que no ve nada en ella sino su mentalidad y su genio, y que fracasa en despertar su naturaleza de hembra.
Se considera usualmente que un intelecto rico y un alma refinada son atributos necesarios de una personalidad profunda y hermosa. En el caso de la mujer moderna, estos atributos sirven de obstáculo para una afirmación completa del ser. Por más de 100 años la antigua forma del matrimonio basada en la Biblia, hasta que la muerte nos separe, ha sido denunciada como una institución que representa la soberanía del varón sobre la mujer de la completa sumisión a sus caprichos y órdenes y absoluta dependencia en su nombre y en su apoyo. Una y otra vez, se ha probado de manera concluyente que la antigua relación matrimonial restringía a la mujer a la función de sierva del hombre y reproductora de sus hijxs. Y aun así encontramos muchas mujeres emancipadas que prefieren casarse por las cadenas de la moral y el prejuicio social que condicionan y limitan su naturaleza.
La explicación de tal inconsistencia por parte de muchas mujeres avanzadas se encuentra en el hecho de que nunca entienden verdaderamente el significado de emancipación. Pensaban que todo lo que era necesario era una independencia de las tiranías externas: mientras que no se tenía en cuenta a los tiranos internos, mucho mas dañinos a la vida y al crecimiento- convenciones éticas y sociales- que parecen llevarse mucho mejor en las cabezas y los corazones de las exponentes más activas de la emancipación de la mujer, que en los corazones y las mentes de nuestras abuelas.
Estas tiranías interiores, en forma de opinión pública o del qué dirán, todxs lxs detectives de la moral llámense madres, tíos, hermanos, parientes, autoridades educativas y demás carceleros del espíritu humano ¿qué dirían? Hasta que la mujer no haya aprendido a desafiarlos a todxs, mantenerse firme en su posición e insistir sobre su ilimitada libertad para escuchar la voz de su naturaleza, ya sea que reclame el tesoro más grande de la vida, el amor por un hombre, o su privilegio más grande, el derecho a dar a luz, ella no podrá llamarse a sí misma emancipada.¿ Cuántas mujeres emancipadas son lo suficientemente valientes para reconocer que la voz del amor está llamando salvajemente latiendo en el corazón, demandando ser escuchada, ser satisfecha? El escritor francés, Jean Reibrach, en una de sus novelas, Nueva Belleza, intenta imaginar la mujer ideal, bella, emancipada. Este ideal está encarnado en una joven, una física. Ella habla con inteligencia y sabiduría de cómo alimentar niñxs, es amable y les administra medicamentos gratuitos a aquellas madres sin recursos. Conversa con un muchacho amigo acerca de las condiciones sanitarias del futuro y de cómo los bacilos y gérmenes varios serán exterminados usando pisos y paredes de piedra. Y deshaciéndose del tapete de la entrada y de los percheros. Ella está sin duda vestida de manera práctica y simple, mayormente de negro. El muchacho, que, en la primera cita se ve avasallado por la sabiduría de su amiga emancipada, lentamente aprende a entenderla y un día se enamora. Son jóvenes y ella es amable y hermosa y a pesar de llevar puesto siempre un atuendo severo, su apariencia se suaviza por los blancos e inmaculados cuellos y puños. Se esperaría que él le confesara su amor, pero el muchache no es alguien que cometa absurdos románticos. La poesía y el entusiasmo del amor cubren sus caras sonrojadas ante la belleza pura de la dama. Él silencia la voz de la naturaleza sin faltarle el respeto. Ella también es siempre exacta, siempre racional, siempre se comporta bien. Temo que si hubieran formado una unión el muchacho habría arriesgado congelarse hasta la muerte. Debo confesar que no puedo ver nada bello en esta nueva belleza, que es tan fría como las paredes y pisos de piedra con los cuales ella soñaba. Yo preferiría las canciones de amor de las épocas románticas, Don Juan y Madame Venus, fugarse con unx amante bajando por una cuerda a la luz de la luna, perseguidxs por la maldición del padre y el llanto de la madre, y el comentario moralista de los vecinos, preferiría todo esto que la corrección y la propiedad comedidas. Si el amor no sabe dar y recibir sin restricciones, no es amor, sino una transacción que nunca deja de hacer hincapié en el debe y en el haber. La mayor desventaja de la emancipación actual yace en su rigidez artificial, y en su estrecho decoro. El decoro que produce un vacío en el alma de la mujer y que no le permitirá beber de la fuente de la vida. Una vez recalqué que parecía haber una relación más profunda entre la madre chapada a la antigua y la anfitriona, en la búsqueda de la felicidad para sus pequeñxs y para aquellxs que ama, y la verdadera mujer nueva, se encuentra entre ésta última y la mujer emancipada promedio. Las discípulas de la pura emancipación me declararon hereje apta solamente para la hoguera, su ciego entusiasmo no les permite ver que mi comparación entre el modelo viejo y el nuevo sólo era para probar que un gran número de nuestras abuelas tenían más sangre en las venas, más humor y picardía, y ciertamente una gran cantidad de naturalidad, buen corazón y simpleza que la mayoría de las mujeres profesionales emancipadas que llenan las universidades, las casas de estudio y las oficinas. Esto no quiere decir que deseo volver al pasado y que no condeno a la mujer a su vieja espera de la cocina y el cuidado de lxs niñxs. La salvación reside en una enérgica marcha hacia un futuro más brillante y más claro. Necesitamos deshacernos de nuestras viejas tradiciones y hábitos. El movimiento de la mujer sólo ha dado el primer paso. Esperemos que junte coraje para dar el próximo. El derecho al voto o a la igualdad de derechos civiles pueden ser buenos reclamos pero la verdadera emancipación no empieza ni en las cortes ni en las urnas. Comienza en el alma de la mujer .La historia cuenta que cada clase oprimida obtiene su verdadera liberación a través de su propio esfuerzo. La mujer debe aprender esa lección, y ser conciente de que su libertad llegará tan lejos como llegue su capacidad para lograrla. De allí que es más importante que ella comience con su regeneración interior para liberarse del peso de los prejuicios, las tradiciones y las costumbres. La demanda de iguales derechos es justa y correcta pero después de todo, el derecho más vital es el derecho a amar y ser amadas. De hecho, si la emancipación parcial va a convertirse en una emancipación completa tendrá que deshacerse de la ridícula noción de que ser amada , ser amante , ser madre es sinónimo de ser esclava o ser subordinada. Tendrá que deshacerse de la absurda noción del dualismo de los sexos o del que el varón y la mujer son mundos antagónicos.
La pequeñez separa, el aliento une, seamos amplias y grandes. No subestimemos cosas vitales por el sinfín de nimiedades que nos confrontan. Una verdadera concepción de la relación de los sexos no admitirá conquistadxs y conquistadorxs, sólo sabe de una cosa: brindarse ilimitadamente para encontrase a sí mismx más ricx, más profundx. Sólo eso llenará el vacio y transformará la tragedia de la emancipación en alegría- ilimitada alegría.-

[1] Hija del financiero Jacques Necker, ministro de Luis XVI, nacido en Ginebra (Suiza) y de Suzanne Curchod, suiza francesa del cantón de Vaud. Desde muy joven mostró en el Salón literario de su madre un especial buen juicio. Seguidora de los filósofos franceses del Siglo XVIII, ya a los 22 años escribe una Carta sobre el carácter y las obras de Jean-Jacques Rousseau. Contrajo matrimonio y tuvo tres hijos con el embajador de Suecia en París en 1786 y convirtió su salón en uno de los principales centros literarios y políticos de la capital francesa. Durante la Revolución Francesa toma parte activa, apoyando a Talleyrand, pero tras la caída de la monarquía, abandona Francia (1792) y viaja a Suiza. Allí se vuelve a encontrar con Benjamín Constant a quien había conocido en un viaje anterior y con quien mantuvo unas borrascosas relaciones sentimentales hasta 1808. Sus primeros ensayos y su novela Delphine, en la que preconiza la libertad de elección sentimental sobre los convencionalismos sociales, la sitúan dentro del naciente movimiento romántico. En 1797 regresa a París se muestra fascinada por la figura de Napoleón Bonaparte. Sin embargo éste se muestra receloso ante una mujer dedicada a la política, que participa en intrigas palaciegas y ante la que se evidencia su escasa elocuencia. Al situarse además su amante Benjamín Constant en la oposición, Napoleón insta a Madame de Staël a alejarse de París (1803), y se muestra inflexible a las peticiones de todos los amigos de ésta para que le permita regresar. Tras enviudar en 1802 se casa en segundas nupcias con John Rocca, un joven militar suizo. En 1807 publica Corinne, una nueva novela. También destacaría Alemania, que Napoleón destruye en 1810 cuando está a punto de ser publicada y que se ve obligada a editar en Londres en 1813 y sus Cartas, memorias políticas publicadas en 1788. Además escribió novelas, ensayos y trabajos históricos y críticos. Tras la Restauración regresa a Francia, en donde muere en 1817.

* George Sand, seudónimo de Amandine-Aurore-Lucille Dupin, baronesa Dudevant (París, 1 de julio de 1804 - Nohant, 8 de junio de 1876). Escritora francesa.Nació en París, hija de padre aristocrático y madre de la clase media, siendo educada durante gran parte de su infancia por su abuela en la localidad de Nohant, en el condado de Berry, en Francia, lugar que luego aparecería en algunas de sus novelas. En 1822, contrajo matrimonio con el Baron Casimir Dudevant, y tuvieron 2 hijos, Maurice, nacido en 1823 y Solange, nacida en 1828. En 1831, se separó de su esposo llevándose a sus dos hijos y se instaló en París. Cinco años después obtiene el divorcio.Su primera novela, Rosa y Blanco ("Rose Et Blanche"), fue escrita en 1831 en colaboración con Jules Sandeau, de quien tomó presumiblemente su seudónimo de Sand.Luego de abandonar a su esposo, Aurore comenzó a preferir el uso de vestimentas masculinas, aunque continuaba vistiéndose con prendas femeninas en reuniones sociales. Este "disfraz" masculino le permitió circular más libremente en París, y obtuvo de esta forma, un acceso a lugares que de otra manera hubieran estado negados para una mujer de su condición social. Esta era una práctica excepcional para el siglo XIX, donde los códigos sociales, especialmente de las clases altas, eran de una gran importancia. Como consecuencia, ella perdió una parte de los privilegios que obtuvo al convertirse en una baronesa. Entre sus novelas más exitosas se encuentran Indiana (1832), Lelia (1833), El compañero de Francia (1840), Consuelo (1842-43), Los maestros soñadores (1853).
En El pantano del Diablo (1846), cuenta experiencias de su infancia en el campo y escribe sobre temas rurales. Otras obras de este tipo son El molinero de Angibault (1845), François le Champi (1847-48) y La Petite Fadette (1849).Entre sus obras de teatro y autobiográficas se encuentran Historia de mi vida (Histoire de ma vie, 1855), Elle et Lui (1859) donde cuenta su relación con Musset; Journal Intime (obra que se publicara póstumamente en 1926), y CorrespondenciaAdemás, George Sand escribió varios textos acerca de críticas literarias y políticos. Aurore Dupin falleció en Nohant, cerca de Chateauroux, en Francia, el 8 de junio de 1876 a la edad de 72 años y se la enterró en tierras de su hogar en Nohant. En el año 2004, se sugirió mover sus restos al Panteón en París.
[2] Laura Marholm, rusa procedente de Latvia , escribió artículos sobre la literatura escandinava para el St. Petersburger Zeitung que brindan un bello modelo para la compleja interacción cultural de la región<>
[3] Sus padres eran los actores Alessandro Vincenzo Duse y Angelica Cappelletto. Su primer papel protagónico lo realizó a los 14 años; encarnó la Julieta de Shakespeare y consiguió su primer gran triunfo con La princesa de Bagdad, de Dumas. Se buscó crearle rivalidad con la famosa actriz francesa Sarah Bernhardt, quien era contemporánea suya; sin embargo, poseían estilos muy diferentes, ya que Eleonora buscaba comprender la mentalidad del personaje y Sarah le imprimía su sello personal a los personajes que interpretaba. En 1881 se casó con Tebaldo Checchi, unión de la que nació su hija Enrichetta. En 1885 aceptó un contrato para una gira por América del Sur, y entonces su fama, ya excepcional en Italia, sobrepasó las fronteras. En esta época conoció a Arrigo Boito, de quien aprendió el valor del estudio y de la elevación espiritual y cultural. En el transcurso de una gira triunfal por Europa (1891-1892) inició, en Viena, la batalla en favor de Ibsen, imponiendo al público la discutida Casa de muñecas. En 1893 obtuvo un gran éxito en América del Norte y en otros países extranjeros. En 1894 se produjo su primer encuentro con D'Annunzio, que estaba entonces en la cúspide de su fama. El triunfo obtenido en París con Sueño de una mañana de primavera (1897), obra de este autor, la convenció de que había encontrado al creador de la tragedia moderna. Desde entonces su repertorio estuvo formado casi exclusivamente por obras de este autor. Esta relación terminó en 1910, cuando el polémico escritor estaba metido en asuntos políticos (el escritor fue precursor del fascismo italiano) y despreocupado totalmente por Eleonora. La ruptura de esos amores y una crisis de tipo religioso la llevaron, después de su éxito con La Locandiera de Goldoni, en 1909, a abandonar inesperadamente el teatro, permaneciendo retirada durante doce años. Durante la guerra de 1914-18 la actriz prodigó su asistencia a los heridos y dio recitales en los frentes. Reapareció ante el público en Turín en 1921 con La dama del mar, negándose a ser maquillada y preocupándose tan sólo de ofrecer al público no una ficción, sino el fruto de una ansiosa búsqueda de la verdad interior. Añadiendo a su repertorio otras obras, reemprendió una nueva etapa de su vida artística, iniciando otra gira por Norteamérica, donde la sorprendió la muerte.

[4] Sonia Kovalévskaya fue una matemática rusa del siglo XIX, que para poder estudiar en la universidad tuvo que salir fuera de Rusia, pedir permisos especiales para asistir a clase y solicitar clases particulares a ilustres matemáticos. Después de obtener el doctorado en Matemáticas, a pesar de que ninguna universidad en Europa admitía a una mujer como profesora, consiguió serlo en la entonces recién creada Universidad de Estocolmo. Sus investigaciones se centran en el Análisis Matemático. Su nombre ha pasado a la historia por el Teorema de Cauchy-Kovaleskaya. Su especialización, por lo que en su época fue conocida en toda Europa, era la teoría de funciones abelianas. Su trabajo sobre los anillos de Saturno representa su aportación a la matemática aplicada. Su mayor éxito matemático fue su investigación sobre la rotación de un sólido alrededor de un punto fijo por el que obtuvo el Premio Bordin de la Academia de Ciencias de París. Su trabajo póstumo, una simplificación de un Teorema de Bruns. Sonja, Sofja, Sonya, Sophie, Sophia, Sonia, Sofya, son algunos de los nombres que hacen referencia a esta mujer excepcional como escritora, como matemática y como persona. No sólo fue la primera mujer que se doctoró en Matemáticas y consiguió ser profesora de Universidad, sino que también escribió obras literarias.El relato de su corta vida es fascinante. Comenzó en un pueblecito de Rusia, donde vivió su adolescencia y desde allí, en una época en la que las mujeres carecían totalmente de autonomía y les estaba totalmente prohibido asistir a la universidad, su genio matemático, su espíritu libre y su especial personalidad para superar las barreras que se interponían a sus aspiraciones, le permitieron alcanzar las más altas cotas del pensamiento científico. Su talento literario, plasmado en su obra autobiográfica Recuerdos de la infancia, nos conmueve. Llegó a ser amiga y colega de los más grandes matemáticos de la época como Weierstrass, Poincaré, Chevichev, Hermite, Picard, Mittag-Leffler, etc., y de científicos y literatos como Darwin, Elliot, Ibsen, Mendeleyev, Dostoyesky, etc. Todo esto podía ser suficiente para interesarnos por su vida, pero, ante todo fue "una gran matemática" creativa, original e innovadora.
[5] En el seno de una familia nobiliaria menor de provincia, Marija Konstantinovna Bashkirtseva, había nacido el 24 de noviembre de 1858 (*) en Gavronzi, población rural de Poltava, en aquella Ucrania que por mucho tiempo fue la más europea de las Rusias. Separados sus padres, su infancia transcurre en la provincia de Kharkov, en tierras de la madre. A los doce años, luego de temporarias estadías en Viena, Badén y Ginebra, con la familia trashumante (abuelo Babanine, mamá Marie, tía Nadine, tío Georges, su hermano menor, Paul, la prima Dina y hasta un viejo médico amigo) se instalan en una villa que adquieren en Niza. Allí, en la Riviera francesa y bajo los Alpes mediterráneos, es donde esboza los primeros escarceos con la literatura: a los catorce años iniciará la redacción de un Diario que, sin pudores, pondrá al descubierto su particular psicología. Amiga de literatos y de pintores, pintora de talento ella misma, prolífica escritora, escultora, cantante, lectora ávida e incansable, mujer de mundo que dominaba cinco idiomas y deslumbraba en los salones de baile, la virgen eslava -como la llamaron- ha sido, por su belleza, su talento artístico y su vida trágica, una de las figuras más románticas del periodo cultural más intenso del siglo XIX. Inevitablemente feminista, en una época de sometimiento para la mujer en que no existían muchos más caminos que el matrimonio, protestó amargamente y luchó contra todos los obstáculos para llevar adelante su vocación artística. Vivió y escribió apasionadamente y las páginas de su Diario no pueden sino leerse con la misma pasión y despertar simpatía y complicidad. Hoy día sus cuadros se exponen en distintos museos de Europa y la obra monumental que escribió se recopila por primera vez para una edición completa. Murió prematuramente en los primeros escarceos con el éxito artístico, cuando aún era toda promesa.