Publicado en el Libertario Nª66- 2008
Por Proyectil Fetal
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Nuestra época es dura para la pluma, ¿pero díganme, tullidas y tullidos, dónde, cuándo, que grande prefirió el camino trillado y facilón? La palabra es el adalid de la fuerza humana. ¡Adelante! Que los proyectiles del tiempo estallen detrás.
Vladimir Mayakovski, poeta suicidado por el Estado Soviético en 1930.
Si algo hemos aprendido de la muerte de la hegemonía del positivismo, (es decir, la concepción marxista – históricamente probada incorrecta- de que “la revolución” se lleva adelante científicamente, de la misma forma a través de los tiempos), es que las barricadas son múltiples, porque múltiples son las formas de sujeción y dominación. Del mismo modo, pensamos que el feminismo no es uno solo, único, unívoco y reducible a una sola voz o acción. Efectivamente, hay quienes encaran la lucha de los derechos civiles de la mujer, como hacían en el siglo pasado las sufragistas socialistas, provocando, así, contradicciones y exclusiones en busca de igualdad y reconocimiento por parte de la justicia, que sólo contribuyen a naturalizar las diferencias, legitimando el estado de las cosas. Pero el anarco-queer-feminismo es de otra índole: nuestra lucha no va a por la obtención de derechos, es decir, privilegios; por el contrario, llevamos acabo un acercamiento desviado a los dispositivos sociales de sumisión y dominio.
De todas maneras, para quienes aún tienen dudas, baste decir que incluso en el anarquismo clásico desarrollado en Argentina a finales del siglo XIX y principios del XX, aparecieron editoriales apoyando al feminismo, que era un término de uso común en ese momento. Malatesta y Pietro Gori afirmaron las ideas feministas en sus diarios y artículos; La Questione Sociale (periódico de Malatesta en Buenos Aires) publicó “A las mujeres que estudian”, escrito por él mismo, y “A las proletarias” de Soledad Gustavo, entre otras obras. Más aún, la Federación Obrera Argentina reconoció la necesidad de la independencia económica de la mujer, para que, “a la par del hombre, luche por la independencia humana” (1903, tercer Congreso de la FOA); y el histórico V Congreso de la FORA, de 1905, resolvió “hacer propaganda tendiente a organizar a la mujer”, mandando a una compañera de gira por el interior.
Hoy, la situación es otra. Aprendimos que aunque las mujeres votamos y trabajamos, a la par de los varones, aún estamos oprimidas, sojuzgadas y lo que es más, explotadas económicamente. Por eso, siguiendo el razonamiento malatestiano y de Emma Goldman, resulta menester que las mujeres nos organicemos entre nosotras para auto-emanciparnos. Nadie va a hablar por nosotras, del mismo modo que el anarquismo no habla en nombre del proletariado, como sí lo hace la vanguardia iluminada y autoritaria marxista. Es así que la vitalidad del anarquismo, sin estar de acuerdo con todos los feminismos, depende de poder tener hoy prácticas feministas; no como las organizaciones partidistas autoritarias que, cual toallitas para la menstruación, justamente para evitar desbordes y captar adeptas, fomentan sus “alas femeninas”, pero siempre colocándolas un par de escalones por debajo de “La GRAN LUCHA”. No, el anarquismo no tiene un solo sujeto de la revolución, ni una sola lucha que se derive de este sujeto. Quienes todavía insisten en la cuestión “principal” y “secundaria” afirman que las individualidades deben subsumirse en pos de ese objetivo principal, y así ostentan un modo de pensar que remonta a la tradición cristiana. La revolución ya comenzó. No existe lo que el marxismo ha sabido llamar “enemigo o cuestión principal”, frase que tiene, tristemente, cabida entre más de una individualidad que se considera a si misma libertaria y/o anarquista. Las prioridades estratégicas, las emergencias inmediatas no son atemporalmente siempre las mismas, ni algo que pueda ser comprimido a “lo primordial”.
Hoy sabemos otras cosas, que incluso las anarco feministas en otro tiempo, como Juana Rouco Buela, desde su publicación Nuestra Tribuna, o las editoras anónimas anarquistas de La Voz de la Mujer no podían saber: que lo personal es político, es decir social; que el patriarcado, orden político, que sojuzga a las mujeres y todas las expresiones de género no hegemónicas[1], no es un fenómeno nuevo producido por el capitalismo, aunque sea solidario con este, y que incluso persiste sin estado; y que nuestros cuerpos están transidos por diversas variables de explotación y opresión, solidarias entre ellas (clase, género, sexo, raza, geografías, regiones, etc.). Las resistencias anarco-queer feministas giran en torno a la cuestión de “quiénes somos” y “cómo hemos llegado a ser” lo que somos, rechazando la violencia simbólica y material que anula la individualidad, atacando el poder, donde sea que se encarne, independientemente de la institución que lo represente de manera visible. Su cuestionamiento incesante permite exorcizar al sujeto del feminismo y aunar no sólo a las mujeres oprimidas sino también a todas esas expresiones de género disruptivas y divergentes, porque vivimos ese “ser mujer” contra-hegemónicamente, dado que el patriarcado, cuya actitud tangible se denomina sexismo/machismo, no es ni propio, ni exclusivo, ni privativo de aquello denominado por el estado “varón”.
El feminismo anarco queer embiste contra la sujeción, contra la sumisión de la subjetividad, contra lo que somete a las individualidades incluso a sí mismas. Nuestra barricada, nuestra inserción de lucha es la vida, cada pequeño instante, inclusive dentro de nosotr*s: toda manifestación del poder, conciente o velada, que nos sujete a los modelos identitarios, incluso al del “buen anarquista”. Nuestra manera de vivir y pensar las prácticas libertarias queer feministas, en constante reformulación, se alza contra la dominación de género y las jerarquías sexuales que hacen hueso adentro de nuestro cuerpo, para sostener una individualidad propia frente al avasallamiento de los poderes sexuales, de todo aquello que constriñe las expresiones y construcciones de esa individualidad de género. La vida cotidiana no es una abstracción ni pretende convertirse en una generalidad que niegue otras barricadas posibles o las ya existentes, porque el poder circula, no está tan simplemente encarnado en un único lugar al que se puede destronar. No es un solo puño que pega el golpe más fuerte y gana por knock-out, somos un campo minas, que se detonan a cada paso.
Por eso, la necesidad inmediata, la urgencia física, carnal, de que el anarquismo, revisando sus cimientos decimonónicos, se rejuvenezca feminista, queer, abyecto, anormal, tullido, contra-hegemónico, que se atreva a hace estallar las bases mismas de la dominación contenida en nuestros corazones, formateados bajo esa lógica, con un crudo rechazo a todo dogmatismo, a todo dogmatismo, incluso resistiendo al proceso en esta sociedad de devenir mujer para construir otras masculinidades. Un feminismo anarco queer que desestabilice las normatividad de las formas hegemónicas de la identidad sexuada para crear nuevas definiciones de sujeto. Repitámoslo, las barricadas de lucha son múltiples, plurales, atópicas, y cada punto neurálgico donde se manifiesta la dominación y donde se luche en su contra necesita un cuerpo queer abyecto que grite “ANARKÍA”, no como deber ser, como fe, sino como irrespetuoso alarido y acción en constante devenir y mutación, que cuestione la supremacía de la raza humana.
A partir de estas luchas que describimos surgirán identidades, placeres, cuerpos, nuevos, prácticas de libertad, porque la sexualidad puede ser una posibilidad de creación artística, resistente al cuerpo heterosexual y la heteronormatividad, que responde a la división del trabajo de la carne donde cada órgano es definido, unívocamente, por su función reproductora del sistema. Nuestra iniciativa no tiene por objetivo la liberación de las mujeres de la dominación masculina basada en una diferencia sexual. Somos una multitud de diferencias monstruosas irrepresentables que nos permite salir de la lógica dialéctica y binaria sexo/género (varón/mujer) que supone una estructura de dominación vertical y sin fisuras, donde a un lado están los varones y al otro las mujeres, o a un lado los poderosos y al otro los oprimidos. Al contrario, creemos que el complejo sistema existente pone en marcha múltiples relaciones de poder donde es siempre posible resistir y desarrollar una lucha.
Es más, sin una profunda auto-emancipación de todos los presupuestos sexuales, de género, genitales, naturalizados en nuestros cuerpos, productos de la sociedad de control, aún si el estado fuera abolido, la opresión, el autoritarismo y las prácticas de dominación contra cierto tipo de mujeres rebeldes y expresiones de género divergentes, persistirían. Ingenuo sería hoy pensar, con todas las experiencias que hemos tenido ya, con todo lo que nuestros antecedentes nos han legado, que abolida las instituciones, abolido el estado, se acabarán, sin más, mágicamente, las dominaciones, las hegemonías, el patriarcado. Y el hecho de que no podamos todavía dar por tierra con todas aquellas instituciones históricas, no significa que no podamos al menos intentar no vivir bajo su preceptiva, oponerle nuestros cuerpos, nuestras prácticas sexuales contra-hegemónicas, nuestra otra forma de expresarnos.
Ni binarismo sexual, ni binomio sexo/género, de cuyas lógicas se desprenden las inequidades, las desigualdades, la división del trabajo y sus tareas. Ni ciencia ni ningún otro aparato ideológico de represión, simbólico o material, que nos discipline y controle. Y ante todo, el derecho a cambiar, a modificarnos, a equivocarnos. Somos individualidades anarquistas no jerárquicas, organizadas en afinidad, que se articulan en torno a iniciativas estratégicas de género (no por plataforma, dogma o canon), donde en confianza y conocimiento mutuo se construyen relaciones a voluntad para el desarrollo de las potencialidades de quienes la integran.
La transformación de todo el sistema en el que vivimos no es sin transformación individual, sin crítica interna a todo lo previamente aprendido y acción. Llamamos a l*s diver*s, anómal*s, los genitales contra hegemónicos que han sufrido en la carne la apropiación de sus cuerpos, l*s abyect*s, a unirse en anarquía, afinidad, iniciativa y organización donde exista una lucha y esfuerzo constante por establecer modos distintos de relacionarnos para vivir hoy como nos gustaría vivir mañana.
Continuará….
[1] Dicho muy rápidamente, por cuestiones de espacio, por expresiones de género no hegemónicas nos referimos a las travestis, las identidades trans, las personas intersex, y todo aquel cuerpo disidente que practique la subversión de la heternormatividad asignada.
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2 comentarios:
De colectivo a colectivo.
Saludos del Colectivo Anoticiados, asiduos lectores del sitio en internet.
Porque si hay algo que hay de sobra esos es lucha de clases!!!
Salud!!!
A veces me pierdo un poco en la caótica lectura de estos textos. Sin embargo quería hacer una aclaración sobre las diferencias entre sexismo y machismo que creo que ya la hice acá.
"El machismo es un discurso de la desigualdad. Consiste en la discriminación basada en la creencia de que los hombres son superiores a las mujeres... El sexismo se define como "el conjunto de todos y cada uno de los métodos empleados en el seno del patriarcado para poder mantener en situación de inferioridad, subordinación y explotación al sexo dominado: el femenino"" Nuria Varela
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