domingo, 20 de enero de 2008

Patricia Troncoso


Tierra y libertad
Por la colectiva D- genero anarco-queer feminista Proyectil Fetal

Obligados a escapar

somos presos políticos,

reos de la propiedad,

los esclavos políticos.

El Estado chileno -que luce las ropas democráticas a la moda progresista tercermundista desde hace un tiempo ya, y ostenta un gobierno socialista con rostro de mujer-, está a punto de perpetrar el feminicidio de la compañera Patricia “Chepa” Troncoso, encarcelada en el centro penitenciario de la ciudad de Victoria, donde comenzó el 12 de Octubre una huelga de hambre indefinida; como si no bastara en la zona con la cantidad de presxs políticxs, la represión, la militarización de la zona “en riesgo” y el asesinato de del comunero Matías Catrileo, la muerte lenta de Chepa bajo la mirada fría de la ley y el orden.

La calculada indiferencia estatal se apresta a batir un triste récord, para que no queden dudas de que vamos retrocediendo: si Margaret Tatcher dejó morir al irlandés Bobby Sands, después de 66 días de una huelga de hambre que mantuvo para reivindicar la condición de pres*s polític*s de los terroristas encarcelados del IRA, casi 30 años después, nuevamente una mujer, la socialista Bachelet no será menos, y dejará morir, oh sorpresa, está vez a otra mujer. Bachelet olvidará su pasado como “militante” y recordará las ya antiguas lecciones que sacaron las socialdemocracias y partidos socialistas siempre que accedieron al poder, lección que los socialismos han puesto en marcha desde la masacre de Kronstadt para acá cada vez que tuvieron oportunidad: Acallar a toda costa a lxs que hacen tambalear el estado de cosas. No nos equivoquemos!!! Bachelet no es una fachista, no, no. Estos son los gobiernos democráticos, esto es la democracia, así es la socialdemocracia y el progresismo, que con cada acción funesta (ya sea un viejito Julio López que un día “uy que bajón” no vuelve más después de declarar, ya sea encontrarnos con un fiscal que participaba durante la dictadura militar justo que como responsable de dar las salidas que les corresponden por ley a presas y presos). Porque el progresismo, y las vertientes democráticas (burocráticas) de esta enfermedad llamada autoritarismo nos recuerda a cada paso que “podría ser peor”. Por eso no tenemos que legitimar el estado nunca, como hacen los partidos de izquierda democráticos.

Patricia y su situación nos recuerda que las mujeres no somos todas iguales: existen mujeres tanto o más patriarcales que el más patriarcal de los varones. Más aún, aquella mujer que acceda a espacios concretos de poder estatal o de sus instituciones, no puede sino ser patriarcal, use vestidito floreado, taco alto y pelo planchado a lo Cristina Fernandez de Kirchner o tenga el pelo corto, el pantalón pinzado y las gafas intelectuales de Bachelet. El patriarcado se ha mostrado siempre como un dispositivo ideológico solidario con el capitalismo. El capitalismo y el patriarcado matan a sangre fría, de mil maneras distintas. Pero el hecho de que no podamos todavía dar por tierra con todas aquellas instituciones históricas, no significa que no podamos al menos intentar oponerle nuestros cuerpos, nuestras prácticas contra-hegemónicas. Hay q poner a las instituciones estatales frente a aquello q ellas mismas producen, sin esperar de la intervención nada, y desde otros espacios meter presión con acciones concretas. Hay q hacerles saber q las compañeras no están solas y a Bachelet que las marginales la estamos mirando.

Patricia, que no nació mapuche, pero que tras inagotables años de activismo es considerada parte de esa comunidad, lo supo apenas empezó la lucha y puso el cuerpo, hasta los límites mismo de la resistencia. Supo que se enfrentaba a un gobierno que no sólo no dudó en aplicar la Ley Antiterrorista, herencia del dictador fachista Pinochet, sino que también estaría dispuesto a frenar la protesta con todos los métodos que dispone un estado democrático actual. Por eso Chepa le advirtió a Bachelet que ella también jugaría hasta la última carta: “Usted con la actitud soberbia de su gobierno, de sus representantes, hoy día nos torturan, hoy día nos torturan a una muerte silenciosa, hoy día, igual que el año pasado, no tenemos nada concreto. Y yo le digo señora, yo no me voy a bajar hasta que no vea nada concreto”. A más de 100 días de comenzada la huelga, la propia Patricia ha planteado a sus familiares su interés en que la movilización no pierda su sentido político, ratificando los objetivos de la huelga de hambre: el fin del hostigamiento y represión policial en tierra mapuche y la libertad de todxs lxs prisionerxs políticxs de este pueblo.

La transformación de todo el sistema en el que vivimos no es sin transformación individual, sin crítica interna a todo lo previamente aprendido y acción. La lucha de los pueblos originarios podrá parecer a algunos anarquistas nacionalistas, pero encarna microluchas contra el poder imperialista globalizado. Lo que Patricia presentifica es la resistencia de las mujeres contrahegemónicas, anticapitalistas, marginalizadas. Patricia nos muestra la resistencia incluso cuando ya parece que no queda nada, cuando parece que no se puede seguir resistiendo. No somos pre*s de los gobiernos socialistas, Patricia ya lo expresó: somos quienes estamos frenando “la expansión y fortalecimiento de los ricos”



Hoy, como desde hace más de 100 días, soy una comunera “terrorista” mapuche reclamando tierra y libertad.

Soy, como hace 136 años, una mujer comunera con mi cuerpo como última barricada.


Y te pregunto yo a vos Bachelet, que no soy más que una pobre comunera mapuche ¿Qué sentís señora presidenta? Vos que fuiste prisionera política, torturada, y sentís hoy día el placer de torturarnos a nosotr*s. Lo que nos alimenta no nos da de comer, otr*s vendrán, no soy yo importante, tus pesadillas, que son nuestros sueños, se convertirán en realidad. Criminales, terroristas, no seremos libres hasta que tod*s hayamos salido de prisión.

AMULEPE TAIÑ WEICHAN


MARRICHIWEU

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